Hay algo hipnótico en la monotonía de las zancadas, en el ritmo constante de la respiración y el latido del corazón. Correr no tiene la recompensa inmediata de otros deportes. No hay un gol que celebrar ni un marcador que aplaudir. Correr, para qué engañarnos, cansa. Cansa mucho. Es sofocante, incómodo, repetitivo. Y sin embargo, millones de personas en todo el mundo se calzan las zapatillas de running y salen a enfrentarse al asfalto o a la montaña cada día. Y los datos nos dicen que el número de runners sigue creciendo. La pregunta es inevitable: ¿por qué corremos?
Sin pensarlo demasiado, la respuesta puede parecer simple: por salud, por mantenernos en forma, por quemar esas calorías que el trabajo sedentario acumula sin piedad, para preparar una carrera. Pero conforme uno se adentra en el running, la realidad es mucho más profunda, más compleja. Porque correr se convierte en una especie de refugio, en un espacio de introspección y, sobre todo, en una herramienta poderosa para cuidar nuestra salud mental. Deportistas profesionales como Álvaro Morata o Simone Biles han roto el tabú sobre la ansiedad, la depresión o el estrés, y aquí el running tiene mucho que decir. Emerge ya no solo como un deporte, sino como una terapia.
Correr para aliviar la mente
Cuando uno corre, algo dentro de nosotros cambia. Y no, no solo en el cuerpo, que de inmediato empieza a liberar endorfinas, dopamina y endocannabinoides (esas moléculas que provocan la tan mentada euforia del corredor), sino también en la mente. Se genera una especie de pausa, una tregua silenciosa en la que los problemas del día a día, las preocupaciones y el estrés se diluyen, como si cada zancada desvaneciera un poco de esa carga emocional que todos llevamos a cuestas.
Correr te obliga a concentrarte en lo más básico: el siguiente paso, la respiración, la sensación del aire en la cara. Y en esa aparente simplicidad, encontramos espacio para reconectar con nosotros mismos. Haruki Murakami, en su libro De qué hablo cuando hablo de correr, lo describe de manera magistral: "Mientras corro, tal vez piense en los ríos. Tal vez piense en las nubes. Pero, en sustancia, no pienso en nada. Simplemente, sigo corriendo". En ese vacío, en esa ausencia de ruido mental, está la clave. Correr es, en cierto modo, una forma de meditación en movimiento.
Lo que dice la ciencia sobre el running y la salud mental
La ciencia lo avala. Numerosos estudios han demostrado que correr tiene un impacto directo y positivo en el cerebro. Una revisión publicada en el Annual Review of Medicine sugiere que las personas que practican ejercicio aeróbico con regularidad, como correr, tienen una mejor salud mental en comparación con quienes llevan una vida sedentaria. Los síntomas de la depresión y la ansiedad disminuyen significativamente, al igual que el estrés, ese viejo enemigo que nos acecha en cada correo de trabajo no respondido o en cada llamada no deseada.
Pero, ¿qué sucede realmente en el cerebro cuando corremos? Durante el ejercicio aeróbico, la circulación sanguínea aumenta, llevándole más oxígeno al cerebro y mejorando la función cognitiva. El eje hipotalámico-hipófisis-adrenal, el responsable de cómo nuestro cuerpo responde al estrés, también se ve beneficiado. Esto significa que correr nos hace sentir mejor mientras lo hacemos, y además nos ayuda a reaccionar de manera más saludable ante las tensiones diarias. El running se convierte en una especie de escudo emocional, fortaleciendo nuestra capacidad de hacer frente a la vida.
Más allá de la bioquímica cerebral, estudios como el de la Universidad de Glasgow Caledonia, realizado en colaboración con Strava, revelaron también datos muy interesantes: el 89% de los corredores encuestados dijeron que correr les hacía sentirse más felices. Y no estamos como para despreciar felicidad, viendo como está el mundo... Correr ofrece una fórmula sencilla y efectiva para intentar alcanzarla.
El impacto de la naturaleza en la experiencia de correr
Sin embargo, no solo se trata de correr por correr. El entorno en el que lo hacemos también juega un papel importante. Correr por la ciudad, entre coches y semáforos, según la ciencia, no provoca el mismo efecto que hacerlo en un parque, en la montaña o junto al mar. El contacto con la naturaleza amplifica los beneficios del running, proporcionando una calma que puede costar más encontrarlo en el asfalto urbano.
Un estudio publicado por la revista Nature demostró que correr en un entorno natural mejora el estado de ánimo y potencia la función ejecutiva del cerebro. Correr por la naturaleza es, en muchos sentidos, correr hacia la claridad mental.
Correr para volver a empezar
Hay una frase de Murakami que siempre me gusta recordar cuando hablo de correr: "No soy un humano, soy una pura máquina. Y, como tal, no tengo que sentir nada. Simplemente, avanzo". Y aunque a veces correr pueda parecer un esfuerzo mecánico, lo cierto es que cada zancada es un acto de voluntad, una declaración silenciosa de que, a pesar del cansancio, seguimos adelante.
Este es quizás uno de los aspectos más profundos del running. Correr nos recuerda que somos capaces de mucho más de lo que creemos. Que, aunque en ciertos momentos todo en nosotros grite "detente", seguimos avanzando. Esa capacidad de superar el malestar físico y mental es lo que, con el tiempo, se traslada a otras áreas de la vida. Correr nos enseña a resistir, a aguantar, a no rendirnos cuando las cosas se ponen difíciles. Y tampoco pensamos demasiado en ello, simplemente, seguimos corriendo.
Es una lección sencilla, pero tremendamente poderosa. Correr es una metáfora de la vida misma.
La salud mental como motor de cambio
Hoy en día, cuando deportistas profesionales nos hablan sin tapujos de su salud mental, se hace evidente que el bienestar emocional es una prioridad que no podemos seguir ignorando. Y aunque el running no puede resolver todos nuestros problemas, puede ofrecernos una ayuda importante: un espacio donde procesar nuestras emociones, una vía de escape cuando las cosas se ponen difíciles, y una forma de reconectar con nuestro cuerpo y nuestra mente.
Cada runner tiene su propia razón para salir a correr. Algunos lo hacen por el reto físico, otros para perder peso, pero muchos lo hacemos porque, en esos kilómetros solitarios, encontramos una paz que el resto del día nos niega. Correr para mi no es solo un deporte; es mi refugio, un espacio sagrado donde puedo ser, simplemente, yo mismo.
Entonces, ¿por qué corremos? Quizás porque, en el fondo, lo necesitamos. Porque correr nos recuerda que somos capaces de resistir, de avanzar, de seguir adelante a pesar de todo. Y en un entorno donde la salud mental se ha convertido en uno de los grandes desafíos, el running nos ofrece una herramienta sencilla y poderosa para cuidar de nosotros mismos. Al final del día, tal vez no sea solo el cuerpo el que necesita moverse. Tal vez sea el alma la que necesita correr.
Leer más noticias de: Running news