Podría empezar contándote cómo fue el amanecer entre lava y pinos o cómo me sentí al ver el mar por primera vez después de más de 70 kilómetros, pero no. Voy a empezar por el final.
Son las 18:20, una hora más en la península. Estoy en Tenerife, en Puerto de la Cruz, justo al final del paseo marítimo, apenas unos pasos después del arco de meta. Mi mujer está aquí, también algunos compañeros del equipo de trail de RUNNEA.
No puedo evitarlo. Me caen lagrimones cargados de sal, mezcladas con el sudor seco de más de 12 horas de carrera. Han sido 73 kilómetros atravesando una isla salvaje y mágica, y tengo la sensación de haber vivido algo más que una carrera. Fue un viaje y voy a contártelo.
Tenerife Bluetrail by UTMB: una carrera que es más una travesía
Hay carreras que dan la vuelta sobre sí mismas y otras que te llevan de un punto a otro. Las primeras son prácticas y las segundas, un viaje en el que sales de un sitio, llegas a otro, y entre medias vives una historia. En este caso, la historia empezaba en Vilaflor, y terminaba frente al mar. Desde el principio sentí que iba a ser algo especial, pero lo que no esperaba era que ya antes de empezar todo se pusiera cuesta arriba.
La organización lo tiene todo bien preparado y salen autobuses desde distintos puntos de la isla, donde te recogen a horas concretas para llevarte a la salida. Yo llegué puntual. ¿El problema? Había leído mal el horario.
Llegué una hora tarde, el autobús ya se había ido y ya no había había ni corredores ni organización, solo un guardia de seguridad que me confirmó que el bus salió a las tres. Yo pensaba que era a las cuatro, me equivoqué y tocaba buscar alternativa.
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¡VAMOS ALLÁ!Pensé en coger el coche y plantarme yo mismo en la salida, pero enseguida caí en la trampa: ¿y luego qué? ¿Cómo lo recupero después de correr 70 kilómetros hasta el otro extremo de la isla? No tenía sentido, entonces vi a un taxista aparcado cerca, le pregunté cuánto me cobraría por llevarme hasta Vilaflor, me dijo que por 90 euros me llevaba y ni me lo pensé. Después de haber entrenado duro, haber cruzado medio país para estar allí y tener el dorsal en mis manos, no iba a dejar que todo se fuera al traste por eso.
Fuente: Tenerife Bluetrail by UTMB
Lo que no sabía es que el viaje iba a ser otra aventura y es que decidió no ir por la autopista, “porque es menos bonito”. En su lugar, subimos por las carreteras que serpentean el Teide, pasando por paisajes que parecían salidos de otro mundo y tenía razón, era precioso, pero también un pequeño suplicio para mi estómago. Cuando llegamos, entre el vaivén y los nervios, me sentía como si ya hubiera corrido media carrera, pero ya estaba allí y eso era lo único que importaba.
Salida fría, corazón caliente
En Vilaflor hacía frío, en concreto cuatro grados, así que me puse los guantes, encendí el frontal y aún estaba con el mareo encima, pero ya sintiendo ese cosquilleo que precede a lo que va a venir. Sabía que iba a salir el sol, que correría por el Teide y que me esperaban paisajes que había visto cientos de veces en fotos, vídeos, relatos. Así que las ganas superaban al malestar.
Fuente: Tenerife Bluetrail by UTMB
Desde los primeros kilómetros el recorrido era entre pinos altísimos, el aire frío cortaba, pero el cuerpo ya empezaba a entrar en calor. Mirabas hacia adelante y veías una fila de frontales iluminando el sendero como una serpiente de luz. Con los primeros rayos del sol, el bosque empezó a desaparecer y empezó a tener protagonismo la piedra, la lava, la ceniza y la arena.
Los colores eran impresionantes: gris, rojo, negro, ocre,... era como si el suelo se hubiera pintado con una paleta volcánica. Ya no parecía que estuviera en una isla, sino en otro planeta.
Rodear el Teide es como correr en la Luna
Cuando terminé la gran subida, el Teide apareció ante mí en todo su esplendor, imponente bajo el cielo despejado. Ya era de día y aún me quedaban unos 25 kilómetros por recorrer, atravesando caminos de piedra que serpenteaban alrededor del volcán. Corría y caminaba, alternando el ritmo, con la vista perdida en la grandeza que me rodeaba, el paisaje parecía sacado de otro mundo y el silencio era tan profundo que podía oír mis propios pensamientos.
Fuente: Tenerife Bluetrail by UTMB
Las piedras que me encontraba por el camino parecían estar colocadas con una intención concreta, como si alguien hubiera diseñado ese desorden al detalle. Había superado la mitad, pero ahora tocaba bajar y con la bajada, comenzaba una nueva etapa del viaje.
Fuente: Tenerife Bluetrail by UTMB
Del desierto a la jungla
El paisaje cambió de inmediato y poco a poco, la vegetación empezó a aparecer entre las rocas. En pocos kilómetros, pasé de estar en un paisaje desértico a estar en medio de una selva: helechos, hojas, barro, charcos... Había bajado mil metros de altitud rápidamente, y la diferencia era tan grande que parecía que alguien había cambiado el escenario en un abrir y cerrar de ojos. Tenerife tiene esa magia: todo está cerca y todo se concentra.
Cuando la meta se aleja
A lo lejos, al fin veía Puerto de la Cruz, la ciudad que había estado esperando durante horas. Pero ya sabía que en el trail, nada es fácil, y en el kilómetro 52, en el último avituallamiento, nos avisaron: los próximos 7 kilómetros tienen 600 metros de subida y 900 de bajada. Subimos por un bosque denso, corriendo entre grandes escalones, el calor apretaba y mis piernas ya no respondían. La meta, que parecía tan cerca, ahora se alejaba, pero no podía parar, sabía que el final estaba cerca.
Finalmente, cuando llegué a la cima de esa subida, supe que sólo me quedaban 10 kilómetros. Así que me puse la música para motivarme y fue como si no hubiera pasado todo el día en la montaña, desapareció el dolor, y me volvió la energía. Ya solo quedaba asfalto, caminos de hormigón y el paseo junto a los acantilados.
Lágrimas, sal y verdad
Al cruzar la meta me sentí único, lloré con toda la emoción del momento y no me dio vergüenza, nunca fui el mejor ni el más rápido, pero esa experiencia me hizo sentir especial, no fue solo correr, fue algo mucho más grande que recordaré siempre.
Te lo cuento con la esperanza de que te inspire. Para que sientas ganas de moverte, de caminar, de correr. Y si algún día sueñas con correr en un lugar único, piensa en esta historia, en el Teide, la selva y el mar. Tenerife no es solo un destino, es una experiencia y estoy seguro de que volveré.
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